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lunes, 4 de diciembre de 2023

IMPOTENCIA por Gerónimo Teves

"Recuerdo aquel día como si fuera ayer" una frase muy trillada pero cierta en esta ocasión. Ocurrió hace ya varios años, en el año 1978; Caminábamos por la calle con mi mujer. Solíamos dar largas caminatas por la tarde y se nos había hecho de noche. Cenamos en un lugar del centro.

Fue entonces que comenzó a llover. De a poco la tormenta se volvió más fuerte a tal punto que la electricidad comenzó a fallar. Era hora de volver.


Casi no había luces. Ella estaba asustada, la oscuridad la inquietaba, y aunque a mí también, trataba de mostrar una actitud despreocupada y tranquila; Decía tonterías y la distraía para que riera, lo cual me hacía sentir más tranquilo.


Cuando llegamos a casa mi cuerpo temblaba, no sabía si era por el frío o por los nervios. Entramos, por fin en casa, sanos y salvos... ¿Verdad?


Nos dirigimos a la habitación, agarramos ropa seca y nos dispusimos a cambiarnos la ropa empapada.


Estábamos bien, ¡Que paz, que silencio el de ese momento!


Miré a mi mujer, la noté tensa, me acerque a ella y la abrace por la cintura. "Ya pasó, no te preocupes" le dije.

 —sí... tenés razón —respondió. Se giró y me miró sonriendo; le di un corto beso en los labios y comenzó a reír.


Por mi parte estaba a punto de ponerme un pantalón cuando se escuchó un ruido que venía de afuera. El motor de un auto deteniéndose de golpe, los pies pasando sobre el agua con apuro seguido de un ligero "toc-toc" en nuestra puerta.


Tenía el corazón en la boca. No podía respirar bien. Pasaron un par de segundos, segundos demasiado lentos para mí gusto, llenos de tensión. De pronto se escuchó como golpeaban nuevamente la puerta... otro ligero "toc-toc" seguido de una patada tremenda que resonó en toda la casa.


Una, y otra, y otra patada terminó por tirar la puerta. Yo aún estaba aferrado a ella, abrazándola. No podía pensar, todo me daba vueltas y no tardaron en llegar a la habitación.


Cuando se acercaron a ella fue que pude reaccionar. Traté de golpear a uno de esos hombres cuando quisieron separarnos. Cabe aclarar que no pude hacer mucho. Nos ataron las manos y nos metieron en un Falcon color verde. Una vez dentro nos cubrieron los ojos.


No tenía idea de a dónde nos llevaban. Solo podíamos esperar. Nos hicieron preguntas, preguntas que no
recuerdo... solo me acuerdo de las torturas, del cuchillo que abrió mi piel. Del martillo que rompía mis huesos. De la pinza que arrancaba mis uñas.


Esa misma noche recuerdo que nos pusieron a mí y a Andrea en una especie de celda. Un hombre puso a mi mujer frente a mí y me sacó la venda.


Agarró una tenaza que tenía en su bolsillo y empezó a arrancarle pedazos de piel, lento y despacio. Me hacía preguntas que yo no entendía y al no dar respuestas continuaba lastimándola. Estaba atado y no podía hacer nada, apenas podía moverme y cerrar mis ojos no servía porque aún podía escucharla gritar.


Su siguiente truco fue: con la misma tenaza arrancar sus uñas de pies y manos, en este punto ya había empezado a llorar. Luego con un cuchillo realizó cortes en sus muslos y panza. Nuevamente al no recibir respuestas continuó, está vez dando puñaladas en sus piernas y hombros.  Poco a poco la vi apagarse, falleció por la pérdida de sangre frente a mis ojos.
Se la llevaron como si fuese un costal de papas sin siquiera poder tocarla... el siguiente se supone era yo.


Me mantuvieron encerrado varias semanas hasta que un día finalmente me largaron. Muchos me dicen que tuve suerte, pero a decir verdad me gustaría no estar escribiendo esto y haberme ido con ella.

                                                                                                                                        

                                                                                                                                            IMPOTENCIA

                                                                                                                                          Gerónimo Teves

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